Aeropintura, arte desde las alturas
La aeropintura abrió una nueva mirada artística al paisaje y a la percepción del movimiento. Esta corriente del Futurismo italiano transformó la relación entre arte y modernidad al incorporar la experiencia de volar y el potencial expresivo del aeroplano como símbolo de cambio y velocidad. La propuesta invitaba a abandonar la perspectiva tradicional para explorar sensaciones inéditas surgidas desde las alturas.
Arturo Rodríguez Hernández, licenciado en Historia del Arte por la Universidad Complutense y socio de Isegoría, analiza la evolución de la aeropintura entre 1929 y 1944 y su papel dentro de la vanguardia futurista.
José Iglesias, responsable del Grupo de Arte y Cultura de Isegoría, moderó la sesión.
La Aeropintura se consolidó en Italia a partir de 1929 dentro del Futurismo impulsado por Filippo Tommaso Marinetti. Su objetivo era captar la transformación perceptiva que produce el vuelo, donde la vista aérea, la velocidad y las nuevas geometrías redefinen la relación con el espacio. No se trataba solo de representar aviones, hélices o atmosferas. Como afirmaba Gerardo Dottori, la verdadera innovación residía en que los pintores debían volar para expandir su imaginación y generar nuevas posibilidades de inspiración. Desde esa experiencia surgieron composiciones dinámicas, perspectivas múltiples y un lenguaje pictórico que quiso reflejar la modernidad desde lo alto.
La sesión ofreció una lectura histórica y estética de un movimiento que renovó la pintura europea y amplió el horizonte creativo de las vanguardias. Una invitación a pensar cómo las transformaciones tecnológicas modifican también nuestra sensibilidad artística.
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